martes, 29 de julio de 2014

GP HUNGRÍA - Una ciencia inexacta

Alonso, Ricciardo y Hamilton. @ F
La fórmula uno es en realidad un universo paralelo a la realidad en el que la mayoría de las ocasiones nada es lo que parece ser. Lo he dicho muchas veces, y no por ello me canso de recordarlo. Una de las primeras premisas que se rompe cuando analizamos este deporte a fondo es que no se trata de una ciencia exacta aunque sea un deporte en el que los ingenieros imponen sus logros por encima del de los de los propios deportistas. Sin duda, la fórmula uno es una ciencia inexacta.

Para los que hemos estudiado ciencias, y más en concreto ingeniería, esta teoría nos cuesta menos entenderla que al resto de los aficionados contrariamente a lo que se pudiera pensar. Probablemente porque sabemos que en una ecuación tan compleja como la que marca los designios de la fórmula uno las variables son muchas, y por ello el resultado depende de muchos factores que a veces hacen que el resultado final no sea el que todo el mundo pueda esperar. La carrera de Hungaroring es un ejemplo maravilloso que corrobora esta teoría como si de un corolario se tratase.

Lewis Hamilton. @ MB
La cita de Budapest tenía todas las papeletas para hacer las delicias de los apostantes en las múltiples webs de apuestas que hay en la red. Un circuito “de piloto” donde Hamilton brilla con facilidad, y donde este año llegaba con el mejor coche. La apuesta era fácil, al menos a priori. Pero en esa simple ecuación inicial faltaba una variable a tener en cuenta, la fiabilidad de Mercedes. La flecha de plata del inglés se convirtió en una auténtica antorcha en la Q1, y el mismo monoplaza que este año le ha dado cinco triunfos lo dejaba fuera a las primeras de cambio en la calificación por segunda vez consecutiva, dejando en bandeja la pole a su compañero Rosberg. Afortunadamente para el británico, la ecuación de la carrera también tenía varias variables ocultas que le permitieron remontar 18 puestos, uno más que en Alemania, pudiendo así saborear el champán del podio.

Esas variables que rompieron cualquier pronóstico de la ecuación final fueron la lluvia caída antes de la carrera y los 2 + 1 safety car que tuvo el gran premio. Los chicos de la FIA llevan varios años rompiéndose los cuernos para conseguir carreras con más espectáculo e igualdad. Bueno, pues una situación de lluvia antes del inicio que anuló precisamente una de las absurdas normas que gobiernan este deporte fue lo que hizo de Hungaroring una de las carreras más emocionantes de la temporada. Al salir con los neumáticos intermedios de agua los pilotos ya no estaban obligados a usar los duros y los blandos en carrera, lo que unido a los safety cars permitió que cuatro pilotos con tres estrategias diferentes llegaran en un pañuelo al final de la carrera, solo seis segundos les separaron, y que encima no ganasen los que tenían el mejor coche.

Sebastian Vettel. @ P
Que nadie piense que Ricciardo llevaba en su monoplaza las “alas” de su bebida energética, o que Alonso sacó su varita mágica para hacer algún truco. Ambos hicieron una carrera perfecta con dos planteamientos bien diferentes, pero si cuando tiene el accidente el Caterham de Ericsson Rosberg no hubiera sobrepasado ya la entrada al pit lane, probablemente el resultado hubiera sido otro. Pero esto es la fórmula uno, una ciencia inexacta en la que todas las variables pueden adquirir un protagonismo que modifique el resultado de las ecuaciones. No por ello hay que quitar mérito a la gran carrera del australiano y del asturiano. El primero ha echado una paladita más a la hormigonera de un Vettel que sigue perdido en alguna parte del paddock, y el segundo ha vuelto a recordar a su nuevo jefe de lo que es capaz cuando las cosas le son favorables, aunque no haya sido en esta ocasión por contar con un buen monoplaza. No es de extrañar que ahora los de Maranello quieran aumentar el contrato de Alonso hasta que tenga 38 años. Tan solo me queda la duda si para entonces habrán sido capaces de crear un coche ganador, pero bueno, habrá que tener fe en James Allison.

Kimi Raikkonen. @ F
Por cierto, no puedo cerrar este billete sin comentar dos aspectos del fin de semana. Por un lado la enésima mamarrachada de Ferrari en las calificaciones dejando a Raikkonen fuera de la Q2. Vale que el finlandés no atraviese su mejor momento, pero si encima lo hacen salir el 17 realmente no lo están ayudando. La cara de tonto que le quedó cuando vio que se quedaba fuera de la calificación, y que encima era Jules Bianchi, uno de los pilotos que orbita sobre su asiento, el que lo echaba es como el anuncio de Mastercard, no tiene precio.


Niki Lauda y Toto Wolff. @ MB
Y por último, la gamberrada que cometieron los chicos de Toto Wolff cuando pidieron al bueno de Hamilton que dejase pasar a Rosberg argumentando que este más rápido y que como aún tenía que hacer otra parada no iba a ser un estorbo para el inglés. Mira que hasta ahora estaban gestionando bastante bien a los dos gallitos que tienen en el corral. Pues nada, a alguien se la va la pinza en carrera y envían la absurda orden a los auriculares del británico cuando Rosberg no llegó en ningún momento a meterle el morro a su compañero ni de lejos. Se imaginan que hubiera pasado si Hamilton obedece y Rosberg hubiera acabado por delante de él. Pues hubiera estallido el polvorín en Barckley. Afortunadamente el jefe Wolff ha salido tras la carrera jurando y perjurando que no volverán a dar ese tipo de instrucciones este año, al menos de forma pública diría yo.

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