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Vettel en Austin. @ RB |
Semana tras semana, me mentalizo que el lunes va a ser
diferente. Sueño que por fin este país va a tener una cultura automovilística
acorde con los éxitos que ha cosechado nuestro piloto estrella, pero siempre
llego a la conclusión de que no es así. Es como si una vez tras otra me diera
de bruces contra un muro de hormigón en el que las palabras ultra y tifosi
estuvieran grabadas a fuego. Si analizo mi vertiente de aficionado, he de
confesar que mi ídolo en este deporte ha sido siempre Ayrton Senna, como saben
ya los que me conocen. Por su puesto que me han alegrado los triunfos de
Fernando Alonso en la F1. De hecho tuve la fortuna de vivir en directo su
primera victoria en Hungaroring. Por cierto, de aquella solo estábamos media docena
de españoles en la sala de prensa cuando Alonso cruzó la meta, y tendrían que
haber visto la cara de extrañeza de un periodista finlandés que estaba a mi
lado cuando me vio saltar eufórico por el primer triunfo español. Pero siempre
he procurado que esa vena patriótica no oscureciese mi juicio cuando analizo
una carrera o una temporada en este deporte. Y por esa razón, aunque muchos se
empeñen en afirmar que soy fan de Vettel como mis queridos compañeros de
tertulia en Onda Cero, lo cierto es que no es así, simplemente, como amante de
este deporte, debo rendir pleitesía a un piloto que está marcando una época y
del que dentro de muchos años nos acordaremos como uno de los grandes de la
historia.
Los números que está consiguiendo el germano están fuera de
toda duda. Cierto es que en este deporte más de la mitad del éxito lo
proporciona el coche y el equipo, pero de igual forma no debemos olvidar que si
una de los dos componentes no está a tope, es imposible ser campeón del mundo,
y menos cuatro años consecutivos. Parece que nadie se acuerda ya de los cinco
títulos seguidos de Michael Schumacher con los de Maranello. De aquella también
había un mago tras el diseño del coche del heptacampeón, Rory Byrne. Sin
embargo nunca escuché a nadie en España decir que el surafricano era el valedor
de esos triunfos. ¿Por qué entonces ahora es Adrian Newey el culpable? ¿A caso
Rory Byrne, Jean Todt y Ross Brawn no influyeron en las victorias de
Schumacher? Pues lo mismo que Cristian Horner y Adrian Newey en las de Vettel,
pero no por ello debemos restar el mérito del alemán. Distinto caso es el de
Jenson Button en 2009. El británico solo se llevó un campeonato, y en su
consecución influyó notablemente la diferencia técnica en la pista que de forma
brutal tuvieron durante la primera mitad de campeonato gracias al doble difusor
de Ross Brawn y sus muchachos.
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Vettel con el Red Bull en EEUU. @ P |
Pero hay muchos más aspectos a tener en cuenta. Conseguir
batir el record de victorias consecutivas en 63 años de este deporte no es moco
de pavo. Además de que no te falle ningún elemento del coche, hay que tener la
mente muy fría y llegar a un grado de perfección que muy pocos pilotos son
capaces. Los dos primeros años del alemán en Red Bull estuvieron marcados por
numerosos errores de principiante que hacían dudar de su capacidad para
convertirse en un crack de este deporte. Sin embargo, con el paso de los años
Vettel fue puliendo sus actuaciones, y esa es la razón de que esta temporada
haya firmado un pilotaje perfecto sin errores de bulto. Hasta los más grandes
pilotos tienen un mal día en la fórmula uno, sin embargo él parece que ha
llegado a un punto de perfección imposible de superar.
En estos momentos solo podría aceptar un aspecto negativo en
las carreras de Vettel, y es que puede conseguir que para algunos sean hasta
aburridas. El por qué es muy fácil. Al contrario que otros pilotos, Vettel cimenta
sus triunfos en las calificaciones de los sábados. Sin duda es mucho más fácil
ganar una carrera cuando se sale primero que cuando estás en segunda o tercera
fila de la parrilla. Y es que a sus habilidades al volante del Red Bull en
carrera, hay que sumar su facilidad para calificar y hacer poles. Pero como
siempre dicen, doctores tiene la iglesia, y ya saben, siempre les queda la
opción de mirar hacia otro lado y echarle la culpa a Newey.
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